Llamo terraplanismo jurídico a la concepción del derecho, hegemónica en España, que propugna la plena identidad entre el contenido de los códigos y las sentencias judiciales. En forma más simple, el jurista terraplanista es aquel que entiende que los jueces, independientes e imparciales, resuelven de forma ajustada a derecho las pretensiones opuestas de las partes, y que los conceptos subjetivos son corregidos por una supuesta depurada técnica jurídica que posee el juzgador, depurada técnica consistente en una repetición patológica y cuasi inconsciente de preceptos que poseen un único sentido.
El jurista terraplanista es, por encima de todas las cosas, un individuo con fe, educado en la fe y sin capacidad para explorar otros sistemas. Alguien que se desmoronaría si llegase a la convicción de que el derecho, tal y como él lo entiende, nunca ha existido. La fe del terraplanista se cultiva desde la infancia, en escuelas privadas o concertadas cercanas a la Iglesia Católica, firme defensora del privilegio de unos y la subordinación de la gran mayoría. Iguales ante los ojos del Señor, desiguales ante los del Príncipe. Así, el primer objetivo de la educación terraplanista es la obediencia ciega al sistema. Consiste en amputar la capacidad de razón del niño para sustituirla por la creencia en el absurdo. Un buen niño terraplanista debe aceptar la existencia de milagros inexplicables para, pasados los años, aceptar la existencia de un sistema jurídico inexplicable.
El joven terraplanista llega a la universidad aceptando los binomios riqueza-bondad, pobreza-maldad, sin plantearse jamás el origen de una y de otra. Convencido de que la justicia es aquello que beneficia al poderoso y que, consiguientemente, coincide con los preceptos de los códigos que estudia, el aplicado terraplanista aspira a convertirse en un respetado juez, fiscal o jurista de la Administración. Repetir, repetir y repetir, como los soldados en las maniobras militares, hasta ver anulada su voluntad. Cuanto más exacta sea la repetición, mejor puntuación obtendrá en los exámenes. El más perfecto opositor es el que alcanza el mayor grado de obediencia ciega.
Sobre este esquema se reproduce un sistema jurídico patológico al servicio de una minoría, perpetuando situaciones de poder basadas en un discurso mendaz. La justicia, presuntamente ciega, casi siempre acaba posando sus reales sobre la cabeza de los débiles.
Este blog aspira, desde una posición marginal, a confrontar ideas con el paradigma dominante para demostrar su iniquidad e inconsistencia. No se escribe ni a favor ni en contra de personas concretas sino a favor y en contra de ideas concretas.
