ALBERTO CARNACEA: EL LETRADO MEMORIOSO

Los tiempos de cambio se suceden en el servicio jurídico del INSS de Barcelona, sobre el que parece pesar la maldición de la provisionalidad. Hace un año mis líneas lloraban la marcha de Laura González, David Castell y Carlos Ruiz de Toledo; hoy, hacen lo propio con Alberto Carnacea, que se despide de nosotros y regresa a su Huelva querida. Alberto me recuerda en cierta manera a «Funes el memorioso», el personaje de Borges cuya memoria era tal que necesitaba un día para reconstruir un día («más recuerdos tengo yo solo que los que habrán tenido todos los hombres desde que el mundo es mundo»). Veo a Alberto sumergido entre expedientes, controlando cada detalle, cada cifra, cada palabra. A veces levanta la cabeza y me sorprende con alguna anécdota. «¿Tú sabías que los catalanes hacéis canelones el día 26 de diciembre porque la burguesía catalana contrataba a italianos en el siglo XIX?». «Shakespeare, dices, David, claro, nació el 26 de abril de 1564 en Stratford». «Compañero viene de cum panis». Y yo le pregunto cómo recuerda todos esos detalles y él me responde que mucha cosas las estudió en el Instituto y que otras le han quedado en la memoria. Creo, sinceramente, que el único bachillerato con auténtico nivel lo ha estudiado Alberto en Huelva, y que Oxford, Cambridge y Harvard no son más que un postureo para ricos.

Alberto se ríe a carcajadas cuando satirizo el mundo jurídico con mi ironía habitual. A veces me replica, dando más juego e, incluso, recuerdo algún día en el que hemos acabado llorando de risa. Sus imitaciones son únicas, un lujo digno de verse, su trabajo, metódico y riguroso. Con Alberto se marcha un buen compañero y amigo, alguien a quien recordaré siempre. Ambos nos hemos enriquecido mutuamente y en la distancia no nos vencerá el olvido.

Un fuerte abrazo y mucha suerte.

CARLOS RUIZ DE TOLEDO: EL LETRADO REVELACIÓN

      No lo conocí el mismo día que llegó. Tampoco al día siguiente. Es el triste destino de los letrados de la Seguridad Social del INSS de Barcelona, obligados a defender un sistema colectivo de pensiones desde el más absoluto individualismo. De modo que la primera referencia que tuve de él fue a través del informático responsable de nuestro equipo, un licenciado en Bellas Artes. “Oye, ¿sabes que tienes un compañero que es descendiente del Conde de Orgaz?” “¿conoces el cuadro “El entierro del Conde de Orgaz”, de “El Greco”?  No debió verme entusiasmado con la noticia. Las personalidades jurídicas medievales no forman parte de mi círculo de preferencias. Pero rápidamente me aclaró, “parece un tipo normal y abierto”.

  En efecto, desde que tuve el placer de conocerlo, no vi en él rasgos de soberbia y presunción. Es más, rápidamente se apuntó a nuestra peña quinielística, con David Castell y Mónica Jairala, una empleada de la limpieza. Pocos días después, quiso acompañarme a los juicios y ambos no sentamos en el estrado. Despierto, moviendo la cabeza de un lado a otro, fijándose en los documentos que conformaban la prueba del adversario; sonriendo unas veces, pensativo en otras, a Carlos se le notaba que por sus venas corría la sangre de letrado confrontador, de los que siempre guarda una última bala en la recámara.

  Por otro lado, Carlos no tardó en darse cuenta de que la defensa de un INSS como el de Barcelona requería de la emisión de juicios críticos sobre los documentos médicos de la parte contraria, en demasiadas ocasiones irregulares, en demasiadas ocasiones pagados por abogados de la parte demandante con el objetivo de lucrar prestaciones de Seguridad Social, en ese lodazal administrativo-judicial que tanto debería avergonzarnos a todos, incluidos algunos Magistrados de lo Social de Barcelona.

  En esta línea de pensamiento, debo decir que a Ruiz de Toledo siempre le salió la vena aristocrática en los pleitos en los que se sintió engañado, en esas pocas ocasiones en que mostrarse “chulo” y distante puede ser una virtud. Ahí no perdonó, hasta el punto de que uno de los clásicos peritos médicos mercenarios le retiró el saludo. ¡Qué grande eres Carlos! ¡a mí todavía me saluda! Y así, con el paso de las semanas se fue consolidando como un letrado revelación, como alguien capaz de rendir por encima de lo esperado. Hasta que se resolvió el concurso y, sorprendentemente, le adjudicaron una plaza en Madrid. Una pena. En los sistemas administrativos encanallados tener a gente como Carlos en la plantilla es una garantía.

  Lo echaré de menos, pues con él se va un letrado comprometido, discutidor, aguerrido a veces, incómodo siempre para el rival. Buen compañero y mejor amigo. Una ganancia personal, una gran pérdida profesional para mí.

  MUCHA SUERTE AMIGO